jueves, 30 de agosto de 2012

Historia de Artidoro.

Vuelve Artidoro a contemplar la muerte

Los estudiantes jóvenes discuten
a cerca del país,
en los problemas del país meditan
los viejos profesores,
las nubes pertinaces
de la ciudad de Lima
no regresaran jamas
un árbol de monedas.

Las palabras y el tiempo se deslizan
sobre la tierra estéril, las hermosas
muchachas de pasadas primaveras
han muerto. No dejaron
ni lagrimas, ni amores:
en el país de las mercaderías
no es necesario amar, absurdo fuera
repetir el sermón de la montaña.

Así Artidoro recordó amoríos,
su prisión, sus andanzas, sus penurias
y estaba entretenido
una abrileña tarde
en admirar las llamas
de un ocaso otoñal,
cuando de nuevo contemplo la muerte.

No la suya, esta vez,
ni la de sus amigos o parientes
ni la muerte del mundo
en el incendio verde
de la tarde otoñal.

Sencillamente, contemplo la muerte,
su antiguo y frió rostro,
ni odioso, ni terrible.

La gente caminaba por las calles,
iban los automóviles
a citas imprevistas,
Artidoro seguía contemplando
el rostro de la muerte.
¿qué fin tiene la vida?
¿para qué pelear?¿por qué morir?
Desdeñoso semejante a los dioses
yo seguiré luchando con mi suerte.

Artidoro ingresó sin pesadumbre
en las enmarañadas callejuelas
de la vieja ciudad de los negocios,
camino a la deriva
con grave continente
y engrameó la testa
sin escuchar las espantadas voces
de los envenenados por la muerte.


     Washington Delgado